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Leo Santa Cruz derrotó a Rafael Rivera por UD

Leo Santa Cruz (36-1 con 19 KO’s) superó con notables facilidades a Rafael Rivera (26-3 con 17 KO’s) en la pelea estelar de Premier Boxing Champions (PBC) desarrollada en el Microsoft Theater de Los Ángeles, california.

No había que ser brujo para adivinar el resultado. La diferencia en estatura de Leo, estando siete centímetros por encima de Rivera fue una constante de debilidad para el retador de 24 años de edad.

Fue una lucha de gladiadores que en el primer asalto tuvo bastante análisis por parte de ambos. Rivera mandó la parada en los primeros instantes y Santa Cruz demostró que su preparación estaba a la altura del reto.

La orden desde la esquina, comandada por José Santa Cruz, su padre, le decía que el volado era el camino para trabar en su ventaja, y efectivamente, fue el volado y el gancho, junto a la altura favorable del campeón empezaron a marcar la tendencia en el cuadrilátero.

El segundo asalto tuvo el dominio del campeón desde todos los ángulos. Santa Cruz impuso condiciones en cada segundo mientras que Rivera se las arreglaba para mantener la defensa en óptimas condiciones.

El tercer asalto tuvo a un Rivera con iniciativa, pegando algunas manos de poder en medio del movimiento constante de un Santa Cruz que no se dejaba encontrar. Mientras más avanzaba el reloj, eran más parecidos a gallos en vez de boxeadores sobre el ring.

En el cuarto, Santa Cruz exhibió un boxeo excepcionalmente juvenil, moviendo su cintura en diagonal para esquivar las mejores manos del ‘Big Bang’, colocando sus manos en combinaciones que aterrizaban sobre el rostro y el cuerpo en ráfagas veloces. A Rivera, nacido en Tijuana hace 24 años, sólo le quedaba la alternativa de contragolpear en contadas ocasiones a Santa Cruz que lo recibía con defensa cerrada, evitando la fuerza en las manos vengativas de su rival.

Mientras más avanzaban los asaltos, a Leo se le hacía más fácil leer el boxeo de su contendiente. Rivera empezó a bajar la zona superior, para así aprovechar la diferencia en estatura y contener la izquierda de Santa Cruz, que aparecía transformada en gancho, volado, jab, pero inyectando siempre el mismo veneno.

El sexto asalto tuvo la vitamina del típico combate mexicano, en el que aparecen más de cuatro manos volando en el aire con rumbo en la humanidad del otro, peleando con fuerza, inteligencia y entrega, dejándolo todo en el ring. Santa Cruz lanzaba la izquierda, y por ahí entraba el recto de su rival. En ese son, ambos hicieron del round intermedio un asalto para vivir sin recordar que existe una silla, porque era todo para vivirlo de pie.

Al finalizar cada asalto, ambos mexicanos ofrecían un intercambio disfrutable, el cual derivaba en un choque parecido al de los gallos en su espacio de pelea.

La esquina de Santa Cruz hacía énfasis en cada error que el campeón cometía tras tres minutos de adrenalina, y eso se reflejó en el séptimo, donde Santa Cruz estuvo impecable en defensa, boxeando al cuerpo y en todas las direcciones, dejando segundo a segundo sin opciones a un Rivera que disimulaba su frustración con un boxeo decente, bien trabajado, haciendo honor a su tierra.

Llegó el octavo asalto y entonces los gritos del público dejaban al desnudo el deseo de ver un nocaut. Rivera, cuando se sentía acorralado sabía exactamente por dónde salirse de la invasión de santa Cruz, pero no dejaba de lanzar manos pese a que el castigo por parte del campeón era bastante fuerte.

Con el noveno asalto la rutina fua la misma, con un Leo a la vanguardia y un Rivera respondiendo con contragolpes veloces, valiéndose de su aguante y agilidad para no verse afectado por el castigo de Santa Cruz.

En el décimo, un gancho por parte de Rivera se perdió en el aire, que llevaba la fuerza suficiente para cambiar el destino de la pelea. Santa Cruz se las arregló para dejarlo pasar por alto, y acto seguido seguió boxeándolo con su estilo rejuvenecido y arrollador que, round por round, lo mantenía arriba en cada tarjeta.

Había sonrisas por parte de ambos boxeadores al terminar cada asalto. Mientras más se acercaba el final, Santa Cruz más hacía sentir su supremacía, transformada en euforia desde la esquina antes de sentarse en el banquillo.

En el último asalto Rivera salió a perseguir la quimera de un KO que se perdía en el firmamento de la realidad. Una realidad que gtenía a Santa Cruz, superior, como único ganador de un combate que lo mereció por su confianza en cada golpe.

La sensación clara es que santa Cruz trabajó a media máquina un combate que manejó con facilidad. El Terremoto respondió a cada iniciativa de un Rivera que no se quedó pequeño ante la difícil tarea de enfrentar al campeón del mundo con el público en contra y su boxeo siempre estuvo dispuesto a dejar lo mejor en el ring, pero la supremacía de santa Cruz opacó todos los esfuerzos de rivero.

Al final, las tarjetas fueron de 119-109 (x3) para santa Cruz que retiene su corona de la AMB.

Por: Huber Bustamante Rebollo (@huberbust_)

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