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Fulgencio Zúñiga, el campeón de la perseverancia

Crédito: Marco Pérez / Mpsportimages.com

Si hubo un boxeador que debió aguantar muchísimos golpes, de sus rivales y de la vida, para triunfar fue Fulgencio Zúñiga. Nació el 23 de julio de 1977 en el municipio de Padilla, departamento del Cuaca, en donde la agricultura era la actividad económica predominante y el fútbol era el deporte que se veía.

“Solo se respiraba fútbol, caña, millo, maíz, y realmente si practiqué boxeo fue por la voluntad de Dios”, dijo Zúñiga, invitado especial a BDC Podcast, que se emite todas las noches de lunes a viernes por nuestro canal de Facebook. “Mi mamá se levantaba a las 5 de la mañana y se iba a trabajar en agricultura y regresaba a las 6 de la tarde a pensar en dónde fiar para darnos de comer. Cuando lo conseguía tenía que prender un fogón de leña y comíamos tipo 10 de la noche”.

El menor de cinco hermanos vio cómo la delincuencia segó la vida de su padre en un atentando, por lo que debió dividir su tiempo entre sus estudios y ayudar a su madre en labores del campo.

Sin embargo, un día, uno de sus vecinos que laboraba en Cali, pero visitaba cada semana Padilla, llevó unos guantes de boxeo y puso a pelear a todos los niños del sector. Momento único, de amor a primera vista entre Fulgencio y el boxeo.

“Yo era el negrito, mocoso, sin camiseta, con el pelo rubio, pero de tanto coger sol, con la ropa rota. Por mí no daban un peso y es que yo no tenía aspiraciones. Un día llevaron unos guantes a mi pueblo y todo el mundo quería colocárselo. Me los pusieron y desde esa tarde quería irme a practicar boxeo”, contó.

Insistió a su vecino durante casi dos años, hasta que en enero de 1992 este aceptó llevarlo hasta la capital del Valle del Cauca, en un viaje en bus que tardó dos horas.

“Desde esa fecha más nunca he vuelto a vivir en mi pueblo. Salí con 14 años. Fue algo impresionante y extraordinario. Si cuento lo que me ha pasado en la vida me van a tratar de loco, pero esto es un milagro”, manifestó.

Sin embargo, en la ‘Sultana del Valle’ no todo fue color de rosas y así se lo hizo saber la vida desde un principio. Incluso, con corta edad, Fulgencio debió en algún momento trabajar en el sector de la construcción en las tardes y luego partir a sus entrenamientos para así tener dinero con el cual alimentarse.

“Él entró a su fábrica y yo me quedé afuera y empecé a caminar y me perdí. Me encontré a un tío y le dije que me ayudara a encontrar a mi amigo y él me llevó, pero no podía dormir con mi amigo porque él se quedaba en una pieza, y no sé en qué condiciones, Me fue a donde mi tío, pero su mujer se aburrió de mi a los 15 días y me fui a dormir en un bus en una gasolinera en Cali, llegué a dormir en andenes, hasta que un hombre me vio y me llevó a su casa y estuve por un año allá y después pasé a donde una hermana que se mudó a Cali”, recordó.

Conoció a José Leonardo Cruz, olímpico colombiano, a quien le insistió que quería ir a boxear a Bogotá. Así, Fulgencio llegó hasta la capital de la República aspirando a formar el equipo de boxeo amateur de las Fuerzas Armadas que se preparaba para los Juegos Nacional de Barrancabermeja 1996, sueño que no pudo cumplir debido a sus limitadas condiciones deportivas en esa época.

“Yo lo convencí de que me llevara, pero yo no pensaba que podría haber una ciudad tan fría. Yo no me bañé por una semana del frío. Corría media cuadra y me ahogaba. Todos me daban trompadas. Hasta que un día me echaron, no me quisieron decir que era porque no sabía pelear, pero sí me echaron”, confesó.

Sin embargo, inspirado por el boxeo de los boxeadores atlanticenses, quienes eran potencia del boxeo en Colombia desde la década de los 80 y en el talento de su amigo José Leonardo, formado deportivamente en ese departamento, decidió reunir dinero y viajar hasta Barranquilla en 1994, en contra de la petición de su madre, quien quería que regresara a Padilla.

Allí, fue llevado al Coliseo Cubierto Humberto Perea, donde fue recibido por el entrenador Jorge García Beltrán, a quien consideró su mejor amigo.

“Yo subía al ring y todos me daban golpes, ya me había vuelto hasta sinvergüenza. Yo dormía en el gimnasio y comía lo que me daba la gente. El profesor me metía en esos campeonatos para que yo comiera bien. Yo no tenía técnica. Salía de una esquina para otra. Yo lo único que hacía erar tirar trompada”, narró.

Sin embargo, recuerda cómo, el 31 de diciembre de 1995, cansado de perder y perder, recibió el Año Nuevo arrodillado y pidiéndole a Dios que lo dotara de talento, lo cual de manera milagrosa ocurrió.

Zúñiga empezó a ganar en 1996, y fue llevado “de relleno” a los Juegos Nacionales, pero resultó siendo campeón. Conformó la Selección Colombia en 1997 y logró varias medallas. Debutó como profesional en 2001. Fue campeón mundial súper medio de la OIB y monarca latino de la OMB. Combatió con boxeadores de la talla de Kelly Pavlik, Lucían Bute, Gilberto Ramírez y Yuniel Dorticós, además de protagonizar veladas de PPV de HBO y de hacer sparring en campamentos de Félix ‘Tito’ Trinidad o Floyd Mayweather Jr. Cumplió su sueño de combatir en el Madison Square Garden de Nueva York. Viajó por Estados Unidos, Puerto Rico, Alemania, Canadá, Sudáfrica, Francia, Bélgica y Reino Unido. Pero sobre todo, se superó en la vida.

Por: Jeffry Almarales Nieto

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